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miércoles, 14 de septiembre de 2016

"Amon"

(Versión en Español)



“Te perdono”…Sí, hubo un momento en que esa frase le divirtió porque tenía en sus manos la vida de las personas, y ello le hacía sentir cercano al poder de Dios. Tristemente, esa diversión le duró muy poco tiempo, quizás un par de días. La maldad que albergaba no se saciaba con eso, necesitaba dar rienda suelta a su sadismo, alimentar la voraz crueldad que le dominaba.
Verle aparecer por el campo de concentración causaba angustia, desasosiego, miedo. Nos apresaba un terror indescriptible cuando nos alcanzaba la frialdad de sus ojos, las mudas intenciones encerradas en su cínica sonrisa, el desprecio que destilaba su mirada cuando nos observaba, o el despotismo con el que se dirigía a nosotros. Su parabellum ejecutaba sin orden ni concierto. No había un patrón que poder seguir para escaparse de su cañón. No existía un comportamiento que te alejara de sus deplorables acciones. Todo era cuestión de suerte, de no estar en el sitio justo en el momento equivocado. Si su pupila se fijaba en ti, la suerte estaba echada.

Pero de todos los horrores vividos en aquella infancia mutilada de inocencia, el que visualizo con más claridad es el del balcón. Cada mañana, aterrorizados, mirábamos de reojo el momento de verle aparecer en aquella terraza, pensando en quién sería el siguiente en recibir una bala en la cabeza proveniente de su rifle. Cuando él se
asomaba aún a medio vestir, su actividad favorita era afinar la puntería disparándonos. A unos, por llevar un ritmo cansino debido a la inanición. A otros, si tenían la mala suerte de encontrarse en aquel momento descansando de alguna dura tarea. Y a la mayoría, aleatoriamente, por costumbre, casi por deporte. El terror erizaba el vello de la nuca de los recluidos en Plaszow con tan solo verle aparecer.

Una horca acabó ajusticiándole segundos después de que su garganta pronunciara un escueto y desafiante “Heil Hitler”. Una soga que llegó muy tarde para los miles de corazones que apagó.
Amon, es la pesadilla que me ha perseguido a lo largo de toda mi vida. Una amarga pesadilla que por desgracia fue real, demasiado real.

Pepe Gallego



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